Deconstruir, las cosas como son, ya no tienes nada que demostrar. El pequeño equipo valenciano actuó en 2014 ante el gran público con Gods Will Be Watching, un debut fulgurante y una de las aventuras point and click más complejas de la última década. Su consagración llegó en 2018 con The Red Strings Club, una fascinante historia cyberpunk que consolidó a Deconstructeam como uno de los estudios independientes más valientes y distinguidos del panorama español e internacional. Y en 2021 aunque se lo permitieran, para algunos, la frivolidad de lanzar al mercado Ensayos sobre la empatía, una colección de diez pequeñas experiencias narrativas que resultó ser tanto una experimentación con las convenciones del género como una mirada introspectiva a su propio proceso creativo.
Pero The Cosmic Wheel Sisterhood, su próximo juego, va mucho más allá que todos sus trabajos anteriores. Tanto, de hecho, que por un momento se escapó del control de sus desarrolladores y estuve al borde del descarrilamiento.
“Al principio pensábamos que el desarrollo duraría un par de años”, me explica el diseñador Jordi de Paco, “pero durante la pandemia, como estábamos todos cerrados, dijimos ‘vale, aprovechémoslo y curramos el bolsa, jugamos un partido de puta madre y cuando esto acabe salimos a la calle a jugar’.

Y pasé por lo que tenía que pasar. “El juego creció más de lo que pretendíamos, tomó tanto tiempo, pero también se volvió más grande de lo que podíamos controlar. Y la mitad de la pandemia simplemente se rompió. Tuvimos que parar, porque nos afectó incluso físicamente, y reanudamos en 2021. Ahora estamos en 2023 y terminándolo, porque como habíamos creado esta estructura tan ambiciosa decidimos que había que terminarlo.
Para que tengamos una idea, The Cosmic Wheel Sisterhood tiene más de dos mil palabras, casi cuatro veces más que The Red Strings Club. Pero no es una simple cuestión de figuras y tamaño; tras jugar una demo de algo más de una hora, si algo se aprecia es una mayor madurez y unos desarrolladores más versados y experimentados en sus respectivas áreas. Las mecánicas jugables son mucho más elaboradas y el guión de Jordi de Paco es más atractivo e interesante, si cabe. El característico pixel art de Marina González está más delicioso y detallado que nunca. Y la banda sonora de Paula Ruiz es aún más evocadora y absorbente que la de The Red Strings Club (no os imagináis las ganas que tengo de publicarla también en Spotify y/o Apple Music para ponerla de fondo mientras escribo).

La historia de The Cosmic Wheel Sisterhood comienza cuando Fortuna, una bruja desterrada a un asteroide, hace un pacto con una criatura mitológica para forjar una nueva baraja mágica del tarot. Es el comienzo de una aventura -soy deliberadamente poco descriptivo a la hora de explicar la trama, eso sí- que explora las ideas de “identidad, comunidad y responsabilidad individual”, según sus creadores, y que se extiende a lo largo de varias décadas presentando un grupo de personajes francamente interesante, desde donde se mezcla un mundo fantástico y esotérico con situaciones mucho más mundanas y cotidianas.
Un mundo y un juego del que, para serte sincero, es sumamente difícil sacar conclusiones con una demo de una hora de duración. No porque no me haya gustado lo que he visto (al contrario, hace meses que no tengo tantas ganas de seguir avanzando y descubriendo cosas en un videojuego), sino porque solo he probado unos cuantos trazos. de lo que ofrece y no alcanzaba a ver cuál puede ser uno de sus mayores atractivos, la importancia de las decisiones y cómo reaparecen después, algo que explica en buena medida el carácter dilatado de su desarrollo.

Pero por lo que podéis ver, aparte de los tradicionales diálogos e interfaces point and click, existen dos mecánicas fundamentales tanto a nivel jugable como temático: la creación de cartas y la lectura del tarot. Con un editor sencillo pero plagado de posibilidades, podremos personalizar el diseño de las cartas en una suite de Deluxe Paint simplificada, en base a tres motivos y colocando elementos visuales a nuestro gusto en una hoja. Es todo un minijuego creativo en sí mismo, pero también tiene una capa trascendental para asignar a las cartas unos puntos de energía que, al final, acabarán determinando el destino de los personajes que nos vayamos encontrando. Y es que, aunque esta primera demo no estaba disponible, en la versión final habrá herramientas para exportar nuestras cartas y compartirlas con otros jugadores en forma de imágenes en las redes sociales.
La lectura posterior de estas cartas a los personajes es todavía más fascinante, sobre todo, creo, si el jugador se muestra escéptico al respecto, como es el caso de un servidor. Cuando encontramos a los personajes, elegimos entre una serie de opciones, ya partir de ahí se convierte en un juego de adivinanzas. Pero el juego nunca te dice o trata de decidir qué opción es correcta o incorrecta, siempre te deja libre para construir una interpretación subjetiva. Una interpretación que puede afectar más rápidamente al destino (lo que creemos que hemos hecho), pero que también podemos entender como una forma de conectar con el subconsciente y de entender el mundo que nos rodea y las situaciones en las que estamos inmersos. La lectura de cartas en The Cosmic Wheel Sisterhood representa, de forma muy inteligente, a través de una mecánica sencilla, un proceso introspectivo y totalmente personal, conservando su aura de misticismo y misterio, independientemente de que creamos en la cartomancia.

Estos dos elementos podrían ser los más llamativos y novedosos de The Cosmic Wheel Sisterhood con respecto a los trabajos anteriores de sus creadores, pero en esta breve demo hubo algunos otros detalles muy llamativos. Es el caso, por ejemplo, de un viaje por carretera entre tres chicas en el que se produce una charla desinhibida de carácter sexual (de fondo resulta un verso un poco triste ante la necesidad de tener que aplaudir al chico que un videojuego se atreve a hablar con tanta naturalidad de algo tan presente en nuestras vidas, pero así son las cosas), el de un minijuego en el que cocinamos una pizza enfrentándonos, sin saberlo, a varias malas decisiones que afectan nuestra relación con otros personajes y diálogos posteriores. Son el resultado de un Deconstructeam mejor y más veterano. Uno que, dentro de un desarrollo infernal, ha encontrado su camino y si ha sabido aplicarse y el de “salir mejor” (es irónico, y hasta visionario, que el aislamiento fuera uno de los temas a ser tratado en la historia de Fortuna y Abramar, que se trae mucho antes del inicio de la pandemia).
Es muy complicado jugar un juego así, por lo extraño que resulta a veces, por lo sorprendente que resulta en otras, y por lo cuidadoso que hay que ser a la hora de reservar sus misterios para que los jugadores los descubran. primera mano Lo que es innegable es que este primer aperitivo me dejó con ganas de más. Mucho más. Y es difícil no engañarse, porque The Cosmic Wheel Sisterhood es el epítome del juego independiente: valiente, distinguida, audaz e imposible de ver en la corriente principal, no solo por los temas que quiere tocar, sino por su forma de jugar. haciéndolo. Apuntadlo en nuestra lista, porque es uno de esos títulos que merece ser seguido de cerca y que encantará a muchos cuando, por fin, vea la luz este año.